martes

tres, dos, uno...

Un día como hoy, cualquier día como hoy, cuando un individuo como soy, cualquier individuo como soy. Se levanta a la mañana, se despereza, despierta su conciencia, y se mira al espejo, luego de mear, asearse, y eventualmente defecar. Y se pregunta sumamente acongojado, sobre ese soy que es hoy. O sobre cualquier hoy que soy. Se da cuenta, o da cuenta de que se da tanta maña, y se enmaraña con esas palabrejas, viejas palabrejas que no le abondonan a uno. Intentando salirse de la porquería que uno cree que le rodea. Inventa una batería de ficciones que lo distraen por un rato. Así es como brotan en el jardín descuidado del fondo de la habitación, un centenar, por no decir millar, de larvas ficcioanales que como pedos de un congestionado culo salen despedazados a borbotones sobre todo el espectro de una pantalla líquida posmoderna. Así es, así es como se concatenan una serie de historias que aún no han sido esparcidas en el diminuto cosmos que la mirada adyacente a este blog trasluce.

La vida, como decía, Forest, es como una caja de bombones, uno nunca sabe que le va a tocar. Lo que pasa que algunas vidas, son como cajas de bombones también efectivamente, simplemente que el problemilla es que uno ha tardado tanto en abrirlo, que los bombones están llenos de hongos y otras bacterias descomponiéndose en su interior. En algún punto esto puede resultar nauseabundo, o tristemente patético. Pero eso es simplemente una apreciación tan posible como cualquier otra. La sensación producida es una variable con infinitas posibilidades. La putrefacción de la vida, es parte de la fermentación de la vida. Son ciclos y procesos que uno tiene que aprender a apreciar en su totalidad, y no quedarse con la simple parte. Si llegado el caso no comiese los bombones vencidos, jamás de los jamases pudiera experimentar esta particular sensación de ardor intestinal, monstruosa cagadera.

Como cantaban los Monty Python... Always Look on the Bright Side of Life. Yo agregaría la siguiente acotación, Siempre mirad el lado brillante de la mierda.

Pero la verdad, la verdad de la milanesa de soja transgénica, es que... no quiero terminar este post con esperanzas. No, los happy ending, jamás me convencieron. La muerte es el final de todo, aún y a pesar de lo bondadoso que pueda llegar a ser, la muerte es putada mierda.

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