jueves

circo, circo, circo

Elucubraba, masticando cada paso, un joven circense, unas ideas y venidas, de saltimbanquis espectaculares, que deslumbrarían hasta el último rincón sombrío de cualquier habitación. Pero antes de llegar a ello, una mar depresiva, le estaba ahogando la conciencia que apenas pende de un hilo de la mente. Largo y tortuoso el camino que recorrió desde la hora señalada como largada, hasta la que hace de llegada relatada aquí, en este preciso aquí. El joven circense tuvo que atravezar un largo y harto tubo metálico que relinchaba de modo tal, estruendoso, que díficilmente podríamos transcribir aquí la sensación exacta, en este preciso aquí nos faltaría mas que fuerzas para ello. Si el hilo del relato se balancea en el vacío, tambaleantes, timoratos equilibristas, caeríamos antes de dar el primer paso siquiera. Pero lleguemos al caso, antes de que nos acusen de prestidigitadores de mal agüero. Si nuestro joven circense se precia de protagonista, aún no ha dado lo mejor de sí. Aquello que todos, todos los espectadores, esperarían de él, aún no lo ha dado. Y no se trata de un vano azar, que nos detengamos ante tal exigencia. Porque está no amerita, no justifica, no precisa, la expectativa, extraviada expectativa que se deposita tan injustamente en el joven circense. Por eso, nos detenemos aquí, en este preciso aquí. No hay circo, damas y caballeros, no si esperan un lastimoso espectáculo para alimentar el morbo degradante de nuestro tiempo contemporáneo.




Este pequeño extracto, trata de ser un burdo y mero intento de imitación, de algún extracto kafkiano que alguna vez supo imprimirse en algún papel. Díspenseme de las molestias ocasionadas, este Estado de cosas seguirá trabajando arduamente para satisfacer la demanda literaria del lector ocioso y sumamente exigente que puebla este cibernético mundo.

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