martes

inspirado por un famoso cuento de Lewis Carroll

- es insensato. -
dijo Alicia Lucía Marina.
Mientras mascaba ostentosamente un chiclé globo de menta fuerte.

- yo diría que carece aún de madurez, verde aún está, en su regazo aún dormitan sus finísimos pétalos -
dijo David Vino Divo, con su pose tan artificiosamente natural y voz excesivamente gutural.

Así compartieron sus respectivos puntos de vista los dos transeúntes desprevenidos. ¿Sobre que asunto versaba su diálogo? Pues, sépase que no le interesa, básicamente porque no es de su incumbencia. ¿Púedese creer que tantos fisgones anden por ahí metiendo sus narices puntiagudas, peludas y mocosas en los asuntos íntimos de gente honrada y digna? Nótese cuan descabellado es el ser humano, mas el hombre que la mujer quien siempre ha deslumbrado con el velo que cubre su preciada cabeza y encuadra su esbelto rostro.

Pero en este caso, David Vino Divo relucía mas ondulante cabellera que Alicía que lucía de otro modo su pelaje natural.

- sospecho que se está burlando de nosotros, el muy desgraciado -
Soltaba Marina Lucía Alicía entre chm ñiumñ chm. (¿cómo merdia es la onomatopeya de la masticación agraciada de un chiclé globo de menta fuerte?)

- yo mas bien aduciría una falta de cortesía y delicadeza, es un ser brutalmente rimbombante - puntualizó el divo de David, evidente es que en su mano derecha sostenía lánguidamente una copa a medio llenar de vino tinto.

El océano mientras tanto balbuceaba al ritmo de las olas danzantes el silbido de la inmensidad. Soplaba así un viento ligero desde el mar. Es decir una brisa marina aligeraba la pesadez de un relato que se estaba convirtiendo rápidamente en un cadaver.

Por ello apresuradamente vino David tan divo como siempre atrepollenando a cuantas gallinas, perros y otras bestias semejantes a salvar su propio pellejo y el de su amada Alicía que estaba no lucía tanto, a pesar que siempre lucía bien marina.

- Usted, no sea impertinente, preste cuidada atención a su labor - apuntome con suma osadía con su seductora mirada el hombre gutural.

Entre tanto
Alicía se hizo un globo con su chiclé de refrescante menta. Pero fue tal su soplo, (tenía unos pulmones envidiables la joven) que el globo chiclé se tornó una Goblaza Chiclé. Así flotó, exparciendo a su paso un fuerte sabor a menta fresca. Así salió volando.
David ocupado en increparme no se percató de este percance, cuando dióse cuenta ya era tarde, no iría a darle alcance a su amada. De todos modos corrió, sin dejar jamás de sostener lánguidamente su copa a llenado medio de vino tinto. No la veía, pero olía. No la divisaba, pero sentía la caricia inconfundible de la brisa marina de su protectora y señora de sus sueños.
Alicía entre tanto se encontraba realizando el viaje por el mundo que tanto había deseado, pero no estaba en realidad muy contenta, con el cuello erguido hacía las nubes blandas y blancas tenía que sobre esforzarse para mantener el chiclé en forma de globo desde su boca, que por suerte era tan fuerte como ella.

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